Wil, con Síndrome de Down, el niño que vuela

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Wil-nino-Sindrome-Down-vuela_MDSIMA20150421_0262_11«Hola, soy Alan. Mi familia y yo vivimos en una pequeña comunidad agrícola en Utah bien llamado Paraíso. Siempre llevo una cámara conmigo por lo que verán un montón de fotos. Mi esposa y yo tenemos cuatro hijos increíbles y se emocionaron al saber que nuestro quinto hijo fue bendecido con la habilidad de volar. Su nombre es Wil y cambió nuestras vidas para mejor»

Así comienza el blog http://thatdadblog.com/ que cuenta como AlWil-nino-Sindrome-Down-vuela_MDSIMA20150421_0266_11an y su familia decidieron dotar a su hijo Will de un superpoder: el de volar.

Cuando realmente se quiere a un hijo, la imaginación es capaz de conseguir cosas increibles por él.wil-can-fly-disneyland-final-final-2-e1434480424741 Qué buen ejemplo para esta sociedad que sólo busca la comodidadBOYDOWN_header y la seguridad, donde nunca encuentran la felicidad

Al padre del niño al que aborté

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«Al padre del niño al que aborté:

Siento no haberte incluido en mi decisión. Debí haberlo hecho, y me arrepiento hasta el día de hoy. Me pasaba por la cabeza decírtelo. Todos los días… aún lo hace. Pero en mi camino pensé que (si no te lo decía) te protegería del pánico, del miedo y el pavor que yo sentía. Tienes que ver que estaba asustada.

También tenía miedo de que pudieras hacerme cambiar de opinión. Tenía miedo de que me convencieras de que todo iba a salir bien. Tenía miedo de que me ofrecieras tu apoyo. Tenía miedo de que te pusieras de parte del niño. Tenía miedo.

Me convencí a mí misma de que no tenía que confiar en ti, de que no tenías voz en esto. Estaba convencida de que no habría funcionado, de que ninguno de los dos estábamos hechos para ser padres.

Estaba convencida de que me dejarías plantada si tomaba la decisión de tener al bebé. Estaba convencida de que serías como mi padre y de que yo tendría que hacerlo todo sola. Estaba convencida de que tú ya tenías tu vida y no querías la presión añadida de dos vidas más.

Estaba convencida de que tenía razón, y de que no necesitaba tu opinión. Y lo siento. Siento que no lo hablara contigo, porque esa vida era una mitad de ti. Siento no haber confiado en ti y no haber afrontado mis lágrimas. Siento que no tuvieras la oportunidad de decir ´adiós´…o incluso de decir ´hola´.

Siento que te perdieras la oportunidad de ser padre. Siento que no tuvieras opción.

Tal vez te haya privado de una de las mayores alegrías de tu vida, tal y como me he hecho a mí misma. Y no hay palabras para describir lo cruel y egoísta que fui por tomar esa decisión sin ti… no hay palabras para expresar una disculpa con la mayor sinceridad. Por favor, perdóname.

«M.»

El bebé que está cambiando el debate sobre el aborto

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Es evidente que la vida empieza en el momento de la fecundación: es el único momento en el que se produce un cambio relevante. Quien no lo quiere ver es que tiene intereses: la vida a veces es dura, pero no se soluciona deshaciéndose de lo que molesta

Verdades Ofenden

Abortado espontáneamente con sólo 19 semanas de vida, Walter sobrevivió poco tiempo fuera del útero, lo suficiente para generar conmoción y marcar vidas

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“Montón de células”, “tejido”, “apenas un feto”: estas son expresiones comunes usadas por la personas favorables al aborto para describir al feto, con el fin de disminuir la humanidad de estas nuevas vidas. Sin embargo, el modo como las personas llaman a los fetos no es lo que los define, y está comprobado por la vida de un bebé. El verano de 2013, Walter Joshua Fretz nació con sólo 19 semanas de gestación. Vivió pocos instantes, pero su vida ha tenido un impacto duradero.

Los padres de Walter, Lexi y Joshua Fretz, madre y padre de dos niñas (que acogieron a su tercera hija, Mia, el pasado mes de septiembre), esperaban ansiosamente la llegada de su nuevo bebé, cuando, según el blog de Lexi, ella comenzó a…

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A pesar de ser una niña no deseada, aquí estoy

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Mi madre biológica sufría de esquizofrenia y de trastorno bipolar. Cuando quedó embarazada de mí, ya era madre de siete hijos y vivía en la pobreza. No estaba en condiciones de tener otro hijo. Además mi padre biológico quería que no siguiera con el embarazo
Por tanto, el embarazo de mi madre fue difícil, tanto física como emocionalmente. Dudaba sobre el tema del aborto, ya que antes había abortado y experimentó un profundo dolor. Además tenía miedo y estaba confundida. Decidió ir a un abortista en la ciudad, porque era un «médico barato»; no sé si con la intención de abortar o buscando ayuda médica.
Se induce un parto complicado y nací con seis meses y medio (veintiséis semanas), pero inicialmente, sin respirar. Le dijeron a mi madre que si sobrevivía, sería un vegetal incapaz de tener una vida normal y que sería mejor dejarme morir. Pero mi madre dijo que no: ella me había sentido y no podía permitir que el abortista me dejara morir. Exigió que yo recibiera atención médica inmediata, y fui trasladada a urgencias, donde permanecí hasta fui suficientemente fuerte como para ir a casa. Esto fue sólo el comienzo de un camino muy difícil.
Poco después, el Departamento de Servicios para Niños y Familia investigó a mi familia y, debido a las condiciones deplorables de mi casa, mis hermanos pequeños y yo fuimos recolocados en hogares de acogida.
Con sólo dieciséis meses conocí a mis padres adoptivos, Ron y Bobbie Jones, que no tenían hijos propios y desean ser padres. Yo era demasiado pequeña para ser diagnosticada con una enfermedad mental y los trabajadores sociales les animaron a esperar, teniendo en cuenta el historial médico de mi familia. Estaría bajo su custodia durante 6-8 meses, y podrían recibir una llamada para devolverme a mi familia en cualquier momento. No les importaba. Yo no sabía entonces, pero esta pareja salvaría mi vida.
El nacimiento prematuro, junto con la negligencia médica, me ha llevado a ser una niña enfermiza, incluso hasta el punto de contraer tuberculosis. Afortunadamente, mis padres adoptivos me cuidaron y atendían todas mis necesidades, y gracias a ellos, escapé de la muerte una vez más y pude quedarme con ellos más tiempo de lo esperado.
Junto a la mejoría de mi salud llegó la llamada temida: iba a ser devuelta a mi familia biológica. Mis padres adoptivos estaban muy preocupados por mi seguridad, y me emocioné.
En mi casa biológica, la comida era escasa: unos bocados de nada, con suerte. Mis hermanos mayores eran más fuertes y más rápidos que yo, y tenía que conformarme con cualquier alimento que pudiera encontrar, incluso si la comida estaba sucia o infestada por insectos. Hice esto a diario.
En mi casa, fue pasando el tiempo en una constante lucha por la seguridad y para sobrevivir. Pasé la mayor parte de mis días en una habitación que parecía un garaje frío y oscuro. Todavía puedo sentir el suelo helado contra mi espalda y el olor de la orina que impregnaba todo. Abusaban de mí siendo el objeto de sus llamados “juegos”. A veces, el juego era ver si sobrevivía al ser golpeada en la noche y sin poder dormir, atada a una pared.
Aun así, mi historia es de esperanza: ¿por qué estoy compartiendo todos estos detalles incómodos? Porque la industria del aborto provoca miles de familias como la mía; viven de engañar a las mujeres con mentiras como que matar a su hijo sería mejor que el dolor al que se enfrentarían en este mundo.
¿Cuántas veces has escuchado el mantra rancio de la industria del aborto, «Cada niño, un niño deseado”? La verdad que se esconden en estas palabras es que los niños no deseados, como yo, deben ser sacrificados. Eliminan cualquier esperanza de cambio en esas familias, o la fuerza de la lucha por mejora, la perseverancia, o la determinación.
Entiendo que mi madre, literalmente, no podía cuidar de mí. El hambre, el abuso y la negligencia no eran conceptos abstractos para mí ni para mi familia. Eran reales y han tardado muchos años para recuperarme. Pero, nunca debemos cerrar la puerta a lo que puede venir de una situación desafortunada
Con el paso del tiempo, vuelvo a centros de acogida con Ron y Bobbie y, tras años de ida y vuelta entre mis padres adoptivos y los padres biológicos, cuando tenía nueve años, un  tribunal me hizo la pregunta más crucial de mi vida: «¿Con quién quieres vivir?”. Señalé a Ron y Bobbie Jones y siete años después, mi familia pasó a ser aquella que me crio  desde los 16 meses. Se comprometieron a ser mis padres para siempre, y me siento honrada hoy de llamarlos mamá y papá. Fueron una familia cariñosa, y pude reponerme a mi pasado: me dieron una educación, una relación con Jesucristo y un futuro lleno de esperanza. Me casé en 2011 y en 2012 me gradué en la universidad. Sigo muy cerca de mi familia adoptiva, y también de algunos miembros de mi familia biológica. En 2010 mi madre biológica murió, pero antes fuimos capaces de reestablecer una relación.
Si mi madre biológica hubiese permitido a un abortista decidir mi destino, yo no habría tenido un futuro. A pesar de que yo era una niña no deseada, aquí estoy.

Resumen de este artículo de  www.lifenews.com

El ser humano es persona desde la fecundación

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El adulto es más maduro en su dimensión biológica, psicológica y moral, que cuando era embrión, y que cuando tenía tres años. Esa maduración se ha dado dentro de la misma identidad, de la misma esencia humana y personal. No se puede afirmar que un hombre de 25 años sea más persona que un embrión, o un niño (o un anciano). Porque no es posible ser más o menos persona. No se puede ser pre-persona, post-persona, ni sub-persona. Persona se es, o no se es.

El ser humano es persona desde el primero momento, por lo tanto no se puede decir que llega a ser persona en un momento concreto. Lo es desde que empieza a ser, en la fecundación.

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Parecía que no había escuchado en las puertas de un abortorio. 3 meses más tarde recibimos un mensaje

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Escuela de Rescatadores

susanaUna confusión en un mensaje y rápidamente contesta con este otro. Todo empezó en enero de 2015. Una chica salía con una amiga de un abortorio de Madrid. Hablamos mucho tiempo con ella. Estaba muy avanzada en su embarazo de más de 6 meses. Triste, parecía que todo era muy grave. La decimos que todo tiene arreglo, menos elegir que tu hijo no viva. Su amiga se apartó para no hablar con nosotros pero ella escuchaba atenta. Se van después de mucho tiempo sin dejarnos nada con que comunicarse con nosotros. Después de unas semanas sin que nos llame pensamos que ya habría abortado.  

Hace dos semanas nos da esta maravillosa sorpresa y nos deja poner su conversación para ayudar a otras mujeres para que no aborten. Es lo que los rescatadores llamamos «RESCATES INDIRECTOS«. Solo este mes de marzo llevamos 14. Hoy conoceremos a Ismael.  Marta Velarde…

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Nacida de una violación e incesto: «Por favor, no matéis, abortándolos, a bebés como yo»

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Escuela de Rescatadores

Nacida de una violación e incesto: "Por favor, no matéis, abortándolos, a bebés como yo"Kristi Hofferber, fue concebida en una violación sexual incestuosa y su demanda a las madres que como la suya han pasado por esa violencia es: «Por favor, no matéis, abortándolos, a bebés como yo». Ella siempre supo que era adoptada… Apenas tenía tres días de haber salido del vientre materno cuando sus padres adoptivos la tuvieron en sus brazos por primera vez. Ellos no podían concebir  hijos y estaban orgullosos. Jamás ocultaron que Kristi era adoptada. Con el tiempo la pequeña, aunque  sentía deseos de conocer sus orígenes, lo negaba si le preguntaban, por temor a herir a quienes le entregaban todo su amor. «Tuve una infancia maravillosa, mis padres me dieron todo lo que necesitaba», cuenta a Life News. Pero, como muchos otros adoptados, llegado un momento quiso conocer a su familia biológica. «Intenté hacerlo sin decírselo a mis padres adoptivos, pero no conseguí mucha información y al mismo…

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Lo mejor de mi vida

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Maca y Fran tienen 5 hijos, 2 con Síndrome de Down, y cuentan emocionados lo que que ha supuesto para su vida 

“Otros te hubieran matado” del El blog de Nachope

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Recogemos aquí uno de los mejores artículos-testimonios que hemos leído sobre los niños con Síndrome de Down, tomado de El blog de Nachope y titulado Otros te hubieran matado
«Se habla mucho de la vida de la gente con todo tipo de discapacidades, pero siempre me he preguntado cuánto sabe la gente sobre la vida de, por ejemplo, una persona con síndrome de Down. Tengo un hermano y un tío con síndrome de Down, por lo que sé de lo que hablo.
Somos seis hermanos. El cuarto, José María, tiene 12 años y síndrome de Down. Cuando nació yo tenía ocho, y al enterarme de su enfermedad estuve rezando durante meses para que se curara, incluso después de saber que era incurable. Desde el comienzo, mis padres nos dijeron a los hermanos que no pasaba nada, que lo único diferente que iba a necesitar era más cariño y atención. Desde que nació ha sido la alegría de la casa. Los primeros años incluso me llegué a olvidar de su enfermedad. Sobre los 3-4 años su discapacidad comenzó a ser evidente: no era tan ágil como los demás niños, no se comunicaba con fluidez, no era tan listo como los demás… Eso sí, le gustaban las mismas cosas y le entusiasmaba aprender. Con los años requería más esfuerzo por parte de todos: tal como habían dicho mis padres, necesitaba más atención.
Sin embargo, a pesar de ser distinto, José es feliz. Se siente querido, y eso es lo único que necesita. Otras personas necesitan fama, dinero, poder, una vida cómoda… Jose no, solo necesita que le hagan caso con una sonrisa en la cara. No siempre es fácil, puede ser desesperante, puedes sentirte impotente porque no te entiende, porque no te hace caso… porque además es muy tozudo. Todos hemos aprendido a ser pacientes, pero también a poner una sonrisa cuando te enfadas o te desesperas. Cuando tenía 7 u 8 años, mi madre consiguió con ayuda y con mucho esfuerzo que Jose aprendiera a leer. Esto le abrió las puertas a leer cuentos infantiles (que le apasionan) y amplió su vocabulario.
Es imposible entender cómo es la vida de José sin explicar lo que hace mi hermano Juan con él. Juan tiene tres años menos, pero tiene en inteligencia lo que le falta a Jose. Ya con cuatro años eran una pareja inseparable, en la que Juan llevaba las riendas. Pero no solo guiaba a José, sino que jugaba con él y dejaba que José jugara con sus amigos, le acompañaba, le hacía caso, en alguna ocasión hasta le hizo los deberes… José adora a Juan, a pesar de algunas discusiones que tienen. Hace unas semanas Juan tuvo un accidente en bici y estuvo tumbado en el sofá reposando durante varias horas. José no se quiso separar de él ni un minuto hasta que estuvo bien. Únicamente decía: “yo aquí, es mi hermano”. Cuando vienen sus amigos a casa, te los presenta orgulloso diciendo: “son MIS amigos”. Y es que José sonríe y quiere a todo el mundo, pero especialmente a aquellos que le hacen mucho caso. Yo he cuidado cumpleaños y he organizado muchos juegos, y he visto a niños que, en un ambiente de plena competitividad y habiendo chuches en juego, se peleaban por ser la pareja de José María, a pesar de saber que iban a perder. Y es que cuidar y prestar atención a José no solo le hace feliz a él, sino que nos hace más humanos a todos los que lo hacemos. Porque a veces necesitamos que haya alguien que nos recuerde el bien que nos hace preocuparnos por los demás.
Si preguntas a cualquier miembro de mi familia, te dirá que José no solo recibe, sino que también da. Es habitual levantarte por la mañana y descubrir que ha sacado el lavaplatos, que ha servido la leche en todos los vasos del desayuno, en más de una ocasión le ha hecho el café a mi padre… Yéndonos a casos más extremos: el año pasado mi hermana Almudena aprovechó un grave descuido general y se metió en la piscina sin manguitos. El único que pasó por allí fue José, que se metió en la piscina y la sacó, salvándole la vida.
Algunos de los momentos más duros para él y para todos ocurren cuando se da cuenta de que es distinto a los demás. Sin embargo, esto no ha servido para que se sienta inferior, sino que él pone empeño en hacer mejor las cosas. Es el caso del inglés: José habla español con dificultad (aunque lo entiende muy bien), más difícil aún es que hable inglés. Pues aun así, pone empeño en aprenderlo y a veces viene orgulloso a contarnos las palabras nuevas que le han enseñado.
Decía Rousseau que el ser humano nace bueno, pero que es la sociedad la que lo corrompe. Algo parecido se puede decir de los niños con síndrome de Down: estos niños crecen y viven felices, a no ser que otras personas se propongan lo contrario, porque lo único que necesitan es atención y cariño, nada más. No son inútiles, pueden hacer muchas cosas, muchos de ellos son capaces de vivir una vida independiente, teniendo un trabajo, una vida normal. Los únicos disgustos que nos ha dado José no nos los ha dado él, sino la gente. Por la calle a veces te miran mal, gente que no quiere que sus hijos se relacionen con él, gente que no comprende y al no comprender no ayuda, gente que tiene la mentalidad de “no abortaste, es tu problema”. Por el contrario también ves gente que al mirarle sonríe, gente que apoya, gente que te anima. Pero por encima de todo, lo que anima es verle sonreír y pensar qué suerte tienes de que esté en tu vida.
Lo que aún no sabemos cómo explicarle a José, cuando llegue el momento, es por qué hay gente que aborta a los niños como él. Hace unas semanas estaba debatiendo sobre el aborto en caso de discapacidad o malformaciones físicas y me dijeron que no pensaban que mereciera la pena vivir una vida así. ¿Cómo le explico a mi hermano que hay gente que piensa que su vida no merece la pena ser vivida? ¿Quién nos creemos que somos para decidir qué vidas merecen la pena y cuáles no? Reconozco que me pone nervioso la gente que habla de lo que no sabe, o que se cree Dios para decidir quién vive y quien no, o que dice burradas y los ignorantes la aplauden. Hay gente que justifica el aborto en caso de discapacidad o malformación para lograr la evolución de la especie humana. ¿No es esto lo que hacía Hitler a su manera, acabar con los que son inferiores? Esta línea de pensamiento termina diciendo que si alguien no es perfecto, entonces es mejor que no viva.
Si conocéis a alguien que se esté planteando abortar o dejar vivir a un niño con síndrome de Down, decidle esto: es un esfuerzo, pero merece la pena. Son niños que están destinados a hacer felices a los demás, porque dan mucho más de lo que reciben. Las dificultades a superar vendrán mayoritariamente de la sociedad, no de ellos. Porque únicamente necesitan cariño y atención para hacerte feliz a ti.»

Por Nacho Peña, @natxope   Estudiante de Ingeniería Industrial en la UCM

Colaborador de fearless prolife.